¿Qué verdad no contada esconde un telegrama enviado desde un avión desaparecido que sobrevolaba África en julio de 1936?
Un trepidante viaje de investigación, una adictiva atmósfera de
intriga, una continua sensación de aventura, y un final repleto de
humanidad conforman una misteriosa trama en la que el carismático, sutil
y experimentado investigador y espía del ejército aliado francés,
Frédéric Poison, se verá inmiscuido.
El frío y asediado Leningrado, el oscuro aeropuerto de Croydon, la
cálida ciudad levantina de San Javier, la enigmática Casablanca, el
desértico suelo de Mali y la mística selva de Guinea Ecuatorial, así
como un reparto coral de personajes y el brillante uso del flashback,
convergen entre sí para dar luz al misterioso vuelo de un peculiar avión
relacionado con una conspiración que tiene como telón de fondo los días
previos al inicio de la guerra civil española; y en la que se verán
envueltos dos militares murcianos y una telegrafista francesa.
El autor usa mucho la analepsis (técnica que altera la secuencia cronológica de la historia y nos traslada hacia el pasado), sin embargo, no se hace ni pesado ni incomoda la lectura, más bien, desarrolla un ritmo, bien acompasado en el desarrollo de la novela, aunque en ocasiones, llegué a desear un poco más de acción, es lo único que echo en falta.
El evolución lineal de la trama, siguiendo el hilo conductor del telegrama (un macguffin, no confundir con muffins, esto no se come, solo engorda la intriga), nos transporta a diversos escenarios, lugares, localizaciones en diversas épocas, que aunque descritas de forma somera, sin embargo, nos envuelven y nos vemos en ellas inmersos.
Leyendo me entró una gran curiosidad por los hechos reales, por saber más de esa parte tan conocida a la par que desconocida de los días previos al Alzamiento, algo que agradezco mucho al autor, su interés no es solo distraer, sino picar la curiosidad del lector, algo que hoy en día no es nada habitual de ver.
Los personajes son pocos, pero los he encontrado bien definidos, están descritos de una manera minuciosa, el autor les ha dado un cierto grado de misterio a cada uno de ellos, pero el más destacado de esos actores misteriosos es el protagonista central Frédéric Poison, una especie de Tintín (me es imposible no imaginármelo vestido como este afamado periodista belga, eso sí sin su acompañante Milú), que se dedica a investigar el origen de un telegrama que llego a sus manos de forma extraña, siendo capaz para ello de convencer a cualquier persona que le pueda ser útil.
A lo largo de la lectura se definen claramente dos bandos, buenos y malos diríamos, pero apenas hay enfrentamiento directo entre ellos, no hay dinámica entre estos grupos contrincantes, el escritor nos mantiene a la espera de una confrontación directa, que no llega a producirse, aunque en varias escenas, se podría haber dado el caso.
En resumen, el libro está bien, se nota que el autor tiene una imaginación, y una capacidad muy especial en atrapar al lector, con esa mezcla especial de intriga, misterio y esas gotas de historia entremezcladas, con un humor sutil y en ocasiones, se puede distinguir una añoranza a las novelas de espías, ese género ya abandonado desde la caída de la guerra fría.
Si yo fuera este libro, me gustaría acompañar en sus aventuras a Frédéric Poison.
Reseña
Me encuentro ante un libro cuya trama es interesante, mezcla ficción y realidad, pero se apoya principalmente en la imaginación.El autor usa mucho la analepsis (técnica que altera la secuencia cronológica de la historia y nos traslada hacia el pasado), sin embargo, no se hace ni pesado ni incomoda la lectura, más bien, desarrolla un ritmo, bien acompasado en el desarrollo de la novela, aunque en ocasiones, llegué a desear un poco más de acción, es lo único que echo en falta.
El evolución lineal de la trama, siguiendo el hilo conductor del telegrama (un macguffin, no confundir con muffins, esto no se come, solo engorda la intriga), nos transporta a diversos escenarios, lugares, localizaciones en diversas épocas, que aunque descritas de forma somera, sin embargo, nos envuelven y nos vemos en ellas inmersos.
Leyendo me entró una gran curiosidad por los hechos reales, por saber más de esa parte tan conocida a la par que desconocida de los días previos al Alzamiento, algo que agradezco mucho al autor, su interés no es solo distraer, sino picar la curiosidad del lector, algo que hoy en día no es nada habitual de ver.
Los personajes son pocos, pero los he encontrado bien definidos, están descritos de una manera minuciosa, el autor les ha dado un cierto grado de misterio a cada uno de ellos, pero el más destacado de esos actores misteriosos es el protagonista central Frédéric Poison, una especie de Tintín (me es imposible no imaginármelo vestido como este afamado periodista belga, eso sí sin su acompañante Milú), que se dedica a investigar el origen de un telegrama que llego a sus manos de forma extraña, siendo capaz para ello de convencer a cualquier persona que le pueda ser útil.
A lo largo de la lectura se definen claramente dos bandos, buenos y malos diríamos, pero apenas hay enfrentamiento directo entre ellos, no hay dinámica entre estos grupos contrincantes, el escritor nos mantiene a la espera de una confrontación directa, que no llega a producirse, aunque en varias escenas, se podría haber dado el caso.
En resumen, el libro está bien, se nota que el autor tiene una imaginación, y una capacidad muy especial en atrapar al lector, con esa mezcla especial de intriga, misterio y esas gotas de historia entremezcladas, con un humor sutil y en ocasiones, se puede distinguir una añoranza a las novelas de espías, ese género ya abandonado desde la caída de la guerra fría.
Si yo fuera este libro, me gustaría acompañar en sus aventuras a Frédéric Poison.
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