Por el momento e incluso antes de comenzar, ya me surgió una duda.
La verdad es que siempre he pensado que La piedra Lunar (1868) de Wilkie Collins o El caso Lerouge (1866) de Émile Gaboriau se disputaban este privilegio, aunque actualmente se considera El misterio de Notting Hill (1862) de Charles Warren Adams como la que tiene esa consideración, aunque tuvo menos éxito que las anteriores.
Al final, tras recabar tanta información, me decanté por leer a Émile Gaboriau, periodista y escritor francés, creador de Monsieur Lecoq, un policía lleno de recursos para el que se basó en una figura histórica de gran calado en la época, nada más ni nada menos que Vidocq, el ladrón, espía y policía entre otras muchas facetas, más famoso de París. Gaboriau es un autor muy poco conocido fuera de su país de origen, en el que desde luego lo consideran como el primer escritor de novela policiaca.
Esta novela está narrada al estilo de la época, es decir a modo de folletín, aunque he tenido la suerte de leer una versión en la que la editorial ha tenido el placer de realizar una homogenización en la trama, eliminando algunos párrafos superfluos.
Hay que tener en cuenta que las novelas por partes, incluían bastantes párrafos a modo de recordatorio, para ayudar al lector recordando que había sucedido anteriormente.
Creo que la muestra que he elegido es suficiente para demostrar que el
bien hacer de un escritor de folletines consistía en escribir mucho,
pero sin que el lector se cansase ni se aburriese, porque otra de las
características de este género era la de mantener al lector enganchado,
por lo que los giros, los misterios, y sobre todo el drama, se debían
producir en cada uno de los capítulos de la novela.
Entrando de nuevo en materia, si bien la novela por su forma narrativa,
con un cronista omnisciente, y por su prosa arcaica (algunas de las frases
son realmente rimbombantes), puede parecernos aburrida, yo diría que es
todo lo contrario. Logra mantenernos sentados, o tumbados según donde
leamos, y enganchados como si estuviéramos viendo la telenovela de turno,
necesitamos ir avanzando por cada uno de los dieciocho capítulos.
Todos los personajes están cuidadosamente descritos y realizan su labor
a la perfección, no así los escenarios que pasan a un segundo plano,
porque lo importante son las pasiones más intensas, las que nos atrapan:
engaños, amores, celos, envidias y sobre todo, el orgullo y el honor de
los caballeros, y en ello el escritor es un maestro.
Este es un libro en el que hay que hacer un pequeño esfuerzo para poder
imaginarnos la Francia de finales del s. XIX, con sus carruajes y sus
caballeros engalanados de bastón y chistera, con sus damas con miriñaque y
'carabina', sin embargo, la novela en sí no defrauda y consigue su
objetivo: hacer que el lector intente averiguar por su cuenta cuál será el
nuevo giro.
Para terminar os dejo una pequeña pista sobre el protagonista en la frase
final de esta reseña...
Si yo fuera este libro buscaría sin descanso donde aparece Monsieur Lecoq.
'El ayudante de Gévrol era, por aquel tiempo, un antiguo convicto
reconciliado con las leyes, hábil en su oficio. Fino como el ámbar y
celoso de su jefe, a quien consideraba mediocre. Se llamaba Lecoq'
Pues la verdad es que has conseguido interesarme, me lo apunto. Aparte de la lección de historia sobre la novela policíaca que nos acabas de dar y que me ha encantado...
ResponderEliminarUn besazo
Hola Nitocris.
ResponderEliminarMe alegra saber que te ha gustado la reseña.
A mí me hace gracia que todos se disputen el ser los primeros en hacer novela policíaca. Actualmente estoy leyendo otro que también dicen que es el primero de detectives anterior a 'la piedra lunar' de Wilkie Collins, se titula: 'El misterio de Notting Hill', que se le adelantó cinco años. ;)
Un abrazo.
Pues nada esperaré con ansia tu reseña para ver si me picas, jeje...
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